La paternidad moderna en la era de las neuroprisas
En los últimos años hemos visto incrementado de manera significativa el número de consultas en la clínica por problemas vinculados a la ansiedad infantil en edades cada vez más tempranas. Tenemos en consulta niños de tan solo 7 u 8 años que ya sufren ataques de ansiedad, fobias (escolares sobre todo) y múltiples somatizaciones (cefaleas, trastornos gastrointestinales, trastornos del sueño, tics…).
Recientes estudios muestran un crecimiento en la cantidad de consultas en pediatría, así como en unidades especializadas, de problemas vinculados a la ansiedad en niños y niñas. Pediatras que derivan a los niños/as a los servicios de neuropediatría por dolores de cabeza o tics motores. Derivaciones a los servicios de gastroenterología por dolores estomacales o vómitos. O ya directamente derivaciones a los servicios de salud mental infantil por problemas conductuales, afectivos o trastornos del sueño.
Estos rasgos de ansiedad y/o depresión en niños y niñas son cada vez más recurrentes, entre otros factores, debido al aumento de la presión ejercida sobre estos niños y niñas tanto a nivel escolar como familiar. La cada vez más recurrente y temprana realización de exámenes en las escuelas de primaria (incluso en pre-escolar) y las elevadas expectativas académicas de los padres son de los factores más estresantes que encontramos en población infantil.
Está demostrado que esta ansiedad de la que hablamos interfiere negativamente en su rendimiento escolar y en su aprendizaje. El cada vez menos frecuente contacto social (y de calidad) con los padres así como el escaso tiempo para el juego libre de nuevo se asocia con un aumento de los niveles de ansiedad en el niño o niña. Está demostrado que los niños ganan en seguridad y autoestima si pasan más tiempo con su familia y menos tiempo en actividades programadas (véase extraescolares, academias, refuerzos …).
Desde hace tiempo los terapeutas sabemos que la ansiedad de los padres se transmite a los hijos/as. Es por todos conocido como los padres invierten tiempo y dinero en actividades escolares y extraescolares, en cursos de idiomas (con la importancia de sus títulos), clases de música nivel avanzado, actividades deportivas casi profesionales, refuerzo escolar a diario, etc… Estas actividades se dan cada vez a edades más tempranas, ya incluso desde antes del nacimiento, sustentadas por los últimos conocimientos en neuroeducación, neurodesarrollo, neurodidactica y yo diría que hasta neuromarketing. Primero están los programas de estimulación cognitiva durante el embarazo (Estimulación visual con linternas a través de la barriga de la mamá, horas de música clásica con cinturones equipados con altavoces…). Después continuamos con los DVDs y vídeos de BabyEinstein, BabyMozart, BabyBrain o las tarjetas de Bits de memoria con imágenes de Rubens o de La Rendición de Breda (¿Conoces al autor de la obra? Pues muchos niños de pre-escolar sí)… Luego llegarán las extraescolares de violín, piano, robótica o inglés. Y todo eso ¡ya!. Desde los 3 años. Todo un negocio muy rentable pensado para una sociedad cada vez más competitiva. Y con más neuroprisa.
“Más, mejor y antes”
En este contexto es normal que esos padres que desde antes de nacer sus hijos e hijas “han invertido” tanto esfuerzo, “conocimiento”, ilusión, y por qué no decirlo, también dinero “esperen”, ya en los primeros años, un resultado óptimo de dicha inversión. En cuanto a los niños y las niñas la amenaza constante de un posible fracaso echa a perder su vivencia del aprendizaje. Ahora lo importante es el resultado y no lo que el niño/a experimenta y necesita.
Aquí tenemos el caldo de cultivo perfecto para la ansiedad y depresión en edades cada vez más tempranas.
Esta obsesión por estimular el potencial cerebral infantil cuanto más y antes mejor es perjudicial porque amenaza con erosionar ciertos aspectos de la infancia cruciales para el desarrollo social, emocional y cognitivo.
En la sociedad occidental actual muchos padres se sienten responsables de todo. Como decíamos, ya durante el embarazo existen cursos, libros, tutoriales, webs especializadas, influencers… todo ello para “orientarnos” hacia lo que debemos de hacer o no hacer para “estimular” a nuestro futuro hijo o hija. Padres que se sienten responsables de la felicidad absoluta de sus hijos e hijas. “Que no sufran, que no se frustren.” Y lo buscan ¡ya!, de manera inmediata (“Más, mejor y antes”). En realidad no es más que un reflejo de una sociedad que prima la inmediatez (Pídelo ahora on-line y lo tendrás en tu casa en las próximas 2h). Pero se consigue lo contrario: Niños frágiles, irresponsables, inseguros, faltos de autoconfianza, dependientes e intolerantes a la frustración.
Como dice Eva Millet en su libro “Hiperniños ¿Hijos perfectos o hipohijos” (Plataforma editorial): Necesitamos dar a nuestros hijos unas habilidades más allá de las puramente académicas para así poder lidiar mejor con esas sorpresas e inconvenientes que la vida nos depara. Enseñarles ser autónomos. Ya que, al responsabilizarnos nosotros, lo que les estamos transmitiendo con ello es un rotundo “tú no puedes”. Los estamos debilitando y privando de algo tan básico en la vida como es el proceso de adquisición de autonomía.
Sobreproteger es desproteger. Crea niños dependientes. Lo que en el mundo anglosajón se conoce bajo el término “Snowflake Generation” algo así como Niños Copo de Nieve o Niños blanditos. Niños y niñas frágiles que no tienen tolerancia a la frustración, con mucha inseguridad y falta de autoconfianza.
Los niños y niñas criados en un entorno cariñoso, con padres que disfrutan de su infancia y de su compañía como niños (no adultos bajitos), que disfrutan jugando con ellos y ¡como ellos!, que ofrecen orientaciones y sugerencias mientras ellos exploran, serán niños sanos, emocionalmente bien estructurados y psicológicamente avanzados.
La próxima vez que, como padre o madre, leas un titular sensacionalista con información sobre los últimos descubrimientos en neuro-lo-que-sea (y te lo digo yo, neuropsicólogo infantil) o lo último en desarrollo y psicología infantil en algún medio de comunicación, en redes sociales, en youtube, en revistas de quiosco, o te lo cuente el vecino…frena tu impulso de tomar nota sobre todo lo que “debes de cambiar en cuanto a la educación de tus hijos o hijas”. Deja a un lado esos “7 consejos para que tus hijos sean felices” o esa lista sobre las “9 cosas que estás haciendo mal sin saberlo sobre la educación de tus pequeños”. Tómate unos minutos y cuestiónate si debes de seguir los dictados que marcan medios de comunicación, influencers o editoriales. Sólo cuestiónatelo y decide. Decide si te resistes o te dejas llevar. Decide si sigues contrastando esa información o te dejas “Infoxicar”.
Contra el “Más, mejor y antes” quizás aplicar el “Menos es más”.
Ya lo dijo el filósofo francés Jean-Jacques Rousseau en el S. XVIII: “La infancia tiene su propia manera de ver, pensar y sentir, y no hay nada más estúpido que intentar sustituirla por la nuestra”.
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