Nuevo servicio de PSICOLOGÍA PERINATAL
Es un área de la psicología orientada a la prevención, el cuidado, el apoyo, diagnóstico e intervención en las familias durante todo el proceso que rodea el nacimiento: el embarazo, parto, postparto y puerperio, teniendo en cuenta la importancia del vínculo que se establece con la madre y el resto de la familia. Los procesos de fertilidad y adopción también son tenidos en cuenta como otras formas de poder formar una familia.
Asimismo, la psicología perinatal trabaja distintos aspectos que pueden surgir entorno a la maternidad:
- Dificultades en la concepción
- Miedo al parto, partos difíciles o traumáticos
- Dificultades en la adaptación a la nueva maternidad
- Depresión postparto
- Duelo por el pérdida de un bebé
- Desarrollo de un vínculo seguro
- Apoyo emocional durante el embarazo
- Bebés prematuros
- Procesos de separación o divorcio
- Miedo o ansiedad
Uno de sus principales objetivos es favorecer y acompañar en el camino para lograr un embarazo, nacimiento y un vínculo temprano de la madre con su bebé de una manera saludable; así como el acompañamiento en la primera infancia. Poder afrontar de una manera adecuada estas etapas ayuda al desarrollo de un apego seguro de la madre con su/s bebé/s y, por tanto, previene futuras dificultades
La comunicación con el bebé durante el embarazo
Hubo una época en la que se creía que el bebé que estaba en el útero era un ser pasivo y sin mente. Hoy se sabe que, lejos de ser pasivo, el bebé intrauterino es un ser humano consciente. A partir del sexto mes de gestación tiene una vida emocional activa. La comunicación de la madre con su bebé en desarrollo no sólo se da de forma directa sino también a través del entorno: el ritmo que lleve la madre a lo largo del día, el estrés o los cambios en su situación laboral o familiar producen efectos en el comportamiento del bebé. Las emociones, los pensamientos y las actitudes, son captadas por el radar emocional del niño. Las hormonas producidas por la madre y los neurotransmisores viajan a través del torrente sanguíneo y llegan hasta el cerebro del bebé a través de la placenta dejando una huella sobre el comportamiento, la cognición y la personalidad del bebé en desarrollo.
Las creencias e intuiciones que históricamente han tenido las mujeres embarazadas, ahora lo constata la ciencia y los avances en tecnología biomédica: la ansiedad crónica o sentimientos de ambivalencia respecto a la maternidad pueden marcar la personalidad del niño que aún está en el útero Los pensamientos, actitudes y emociones positivos son potencialmente beneficiosos para el bebé que está en desarrollo.
Es a partir de la concepción y durante el período perinatal (la etapa que rodea al nacimiento) donde se producen los efectos más importantes en el ser humano. Es por eso que los cuidados emocionales de la madre merecen tanta atención como los relativos a una dieta sana y equilibrada o a la importancia de realizar algún tipo de ejercicio físico moderado durante el embarazo.
La importancia del vínculo antes de nacer
Los diálogos, las charlas “internas” o las caricias ayudan a establecer el vínculo con el bebé no nacido. Sin perder de vista el importante papel del padre en este período: por un lado cuidando y apoyando a la madre. Y por otro lado relacionándose afectivamente con el bebé: acercándose a la tripa para escuchar y/o hablar con su bebé.
Tomarse un tiempo para descansar es de vital importancia, en el que la madre pueda parar y abstraerse de la rutina diaria y las preocupaciones; un tiempo que pueda dedicárselo a ese bebé que está en camino. Estos comportamientos forman parte de una experiencia de apego que comienza antes del nacimiento donde ya encontramos un modelo de cómo se establecerán las futuras relaciones con los demás. Las primeras investigaciones, allá por los años 70, ya comprobaron que aquellos bebés vinculados a su madre (o una figura sustituta permanente) de manera segura son niños más cooperativos, más empáticos y competentes socialmente que aquellos con un vínculo inseguro. Actualmente numerosos estudios demuestran que las relaciones tempranas del bebé, sobre todo con su padre y con su madre, tienen una gran influencia en su desarrollo cerebral.
El embarazo, por tanto, se trata de una etapa de “crisis vital” que moviliza despierta miedos y ansiedades donde es frecuente que surjan conflictos que se encontraban “escondidos”.
Los cambios físicos, sobre todo a partir del segundo trimestre, pueden provocar sentimientos de ambivalencia: por un lado son la señal visible que “confirma” el embarazo y nos dota de un nuevo “status”, muy valorado en nuestra sociedad: por otro, puede disminuir la autoestima por la pérdida de las características femeninas que se relacionan con el atractivo sexual. Así mismo es frecuente experimentar un efecto de mayor transparencia o sensibilidad psíquica donde los sentimientos, miedos y conflictos aparecen “en la superficie” con más facilidad. Se aumenta la tendencia a pedir más apoyo y cuidados del entorno, a sentirse más dependiente. Es en estos momentos fundamental el contar con una red de apoyo, ya sea de la pareja, familiares o amigos. Es recomendable buscar la ayuda adecuada que pueda atender a la madre en este período vital para la salud y el bienestar físico y psicológico de la mujer y de su bebé. Atender a las necesidades específicas a tiempo puede prevenir futuras dificultades.
Por Ana Kovacs